Ulises, un arquetipo de la existencia humana by Jacinto Choza & Pilar Choza

Ulises, un arquetipo de la existencia humana by Jacinto Choza & Pilar Choza

autor:Jacinto Choza & Pilar Choza [Choza, Jacinto & Choza, Pilar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1996-07-15T00:00:00+00:00


2. El caos social. Esperanza y veracidad

Al principio de este relato Ulises se dirige a la cabaña del porquerizo Eumeo, como Palas le ha indicado, y él le recibe:

* * *

«Pero, ¡ea!,

ven acá a la cabaña, ¡oh anciano! una vez que te sacies

de comer y beber a tu gusto, dirás de tu patria

y de aquellos trabajos y duelos que tienes sufridos»

(Odisea, XIV, 44-47).

Con estas palabras le ofrece su hospitalidad, la hospitalidad de un criado, de un pobre. A menudo los pobres son los más hospitalarios, los más dispuestos a compartir. Tal vez porque no tienen nada, y cuando comparten no pierden nada. Tal vez porque cualquier hombre se siente en comunión con cualquier otro cuando están reducidos a la condición de mera subsistencia, de mera «naturaleza». Tal vez sucede lo contrario al ascender en la escala social. A medida que se sube hay más artificio, más tipos de diferencias, y es más difícil sentirse en comunión y estarlo. Si es así, puede decirse que la clase social funciona como una segunda naturaleza, y que los tipos de segunda naturaleza son más complejos y diversos a medida que hay más riqueza económica y cultural.

En la moral burguesa la relación positiva con el pobre no es acogerlo en casa, sino la limosna. No es reconocerlo como igual y compartir con él lo mismo que uno tiene, sino marcar la diferencia en el hecho del dar. Por su parte, en la moral aristocrática, como es la aquí analizada, la relación con el mendigo es doble. Por un lado, darle limosna, y, por otro, acogerlo en la parte de la casa destinada a los de menor rango social, la de los criados y los pastores. Desde este punto de vista, tendría sentido hablar de «lugares naturales» no solamente correspondientes a los cuerpos materiales en el cosmos físico, sino también correspondientes a los distintos tipos de hombres en la sociedad, y se podría hablar de una sociología de los lugares naturales.

Por otra parte, parece que la existencia de un anciano mendigo constituye un escándalo, una apelación a un cierto orden natural que se ha vulnerado. ¿Por qué se supone que un anciano mendigo ha sufrido males? Parece que ningún hombre debería ser anciano mendigo, puesto que eso duele a todos los demás seres humanos, pero si hay alguno así, es que algo falla en las familias, en la polis, en la sociedad humana. Por supuesto que falla algo. Es frecuente que haya ancianos mendigos, es normal, pero no es «natural», no es «justo».

Ulises se informa por Eumeo de la situación en la que se encuentra Ítaca. El caos que reina en el país desde que su rey marchó a la guerra de Troya. Los que aspiran a apoderarse del reino y de la reina ocupan el palacio esperando que ella acepte por esposo y rey a alguno de ellos. Penélope no elige a ninguno, pero tampoco rechaza terminantemente sus acosos: dilata interminablemente la espera. Asegura que cuando acabe el sudario que teje para su suegro Laertes, eligirá marido para dar un nuevo monarca al reino.



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